La píldora de la moralidad

Peter Singer vuelve a provocarnos con un artículo publicado en el blog de opinión del New York Times. Bajo el título ¿Estamos preparados para una «píldora de la moralidad?, Singer defiende el uso de drogas para la modificación de la conducta. Este planteamiento no es nuevo y se sitúa dentro de la corriente de pensamiento, el Transhumanismo, que propone un «mejoramiento» (enhancement) del ser humano a través del uso de los nuevos avances biotecnológicos (entre ellos las drogas de modificación del comportamiento). El punto de partida es muy interesante,  Singer plantea la pregunta ¿Por qué hay personas que están dispuestas a arriesgar su vida por ayudar a un extraño mientras que hay otras que no son capaces de pararse para marcar el número de teléfono de emergencias?

Donde se equivoca  Singer no es en la pregunta, se equivoca en la respuesta. Él piensa que las diferencias entre estos comportamientos se basan solo en diferencias biológicas (en el fondo genéticas) que se ponen de manifiesto en el diferente funcionamiento del cerebro humano de una persona altruista y de un asesino en serie. Singer simplifica la respuesta: el comportamiento humano está condicionado por la base biológica y, por tanto, no hay voluntad libre, no hay libre arbitrio.

Desde este presupuesto el planteamiento es claro. Llegará un momento en el que los científicos descubran los mecanismos neurológicos implicados en el comportamiento moral y puedan elaborar una «píldora de la moralidad» que corrija los comportamientos erróneos, como por ejemplo el de los asesinos. Singer plantea esta posibilidad desde la voluntariedad, es decir, la «píldora de la moralidad» sería una alternativa a la prisión o un mecanismo de inserción para presos peligrosos.

Al leer el artículo se me vienen a la mente un montón de preguntas. La primera es ¿que tipo de moralidad incluiría la píldora? La píldora contendría «su moral» (que acepta el aborto, el infanticidio, la eutanasia activa, la superioridad moral de simios sobre humanos menores de 7 años, etc…) o una moral «judeocristiana», o «islámica», o «budhista»…?

¿Quién decide quien tiene que tomar la dichosa «píldora»? ¿Podrían ser los médicos? Después de todo se trata de una droga… ¿O tal vez los jueces? ¿O tal vez los padres estarían autorizados a administrar el «tratamiento» si consideran que sus hijos tienen un comportamiento amoral? ¿O por qué no los moralistas? Podrían establecerse consultas especiales en la que «determinados moralistas» (según el gobierno de turno) diagnosticasen el tratamiento

¿Por qué limitar la «píldora moral» a los asesinos? ¿Por qué no distribuir la píldora de la moral a banqueros sin escrúpulos, políticos corruptos, ladrones de guante blanco o a soldados? ¿Infieles y adúlteros entrarían también en el programa de reinserción? ¿Blasfemos, mentirosos compulsivos, estafadores? El ejemplo con el que parte el artículo habla de personas que ayudan a otros mientras que hay personas no que hacen un daño intencionalmente sino, simplemente, que no ayudan activamente. ¿A todos los que son egoístas también habría que darles la píldora? Y, para rematar, ¿por qué no también a los profesores de ética y de moral que son contrarios a los planteamientos de Singer?

Savulescu, uno de los discípulos de Singer, propone que el uso de drogas para modificar el comportamiento moral tendría que ser obligatorio. Como lo oyen. Los gobiernos estarían «obligados moralmente» a drogar a sus ciudadanos para que sean moralmente responsables. Da miedo verdad. Tiene razón Francis Ford Fukuyama cuando insiste en que el Transhumanismo es la ideología más peligrosa, en el comienzo del siglo XXI, para las sociedades democráticas. El Transhumanismo es fascismo cuando impone el control sobre el otro, incluso por medio de drogas, como medida de mejora; cuando establece una relación asimétrica de unos sobre otros.

Una cosa más.Decía que Singer se equivoca en la respuesta a la pregunta que plantea. Es demasiado simplista. Es verdad que lo  biológico influye en nuestro comportamiento . Somos animales y la biología forma parte de nuestra naturaleza. Pero también es verdad que son otras muchas cosas las que nos influyen en nuestros comportamientos morales: la educación recibida, la familia, los amigos, los valores recibidos, la sociedad… Antes de pensar en la píldora de la moralidad deberíamos revisar nuestros sistemas educativos basados en la competitividad, los valores transmitidos a nuestros niños, los modelos de éxito que se presentan. En un mundo donde se exalta el individualismo absoluto no es de extrañar que los individuos «pasen de largo» ante las dificultades de los demás. La solución no son drogas que «controlen» a las personas… la solución pasa por la conversión del corazón. Y la conversión pasa por el amor. ¿Qué diferencia hay entre uno que no ayuda y otro, como el samaritano, que ayuda? La diferencia no es de justificación moral. La diferencia es de amor. El primer cambio es pasar del «que me amen» al «voy a amar yo» al otro de manera gratuíta, al que me encuentro, al vecino, al extraño… como decía la parábola al prójimo. Y no para ser mejor moralmente… sino para ser más feliz.

De todas formas propongo que cuando llegue la famosa píldora sea Singer el primero que la tome. Los demás veremos lo que pasa.