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Los diez trabajos más felices

Durante mis años como profesor de Instituto y como formador en un seminario he podido comprobar como la mayor preocupación que tienen todos los padres es que sus hijos sean felices. Sin embargo, a veces, esos mismos padres se equivocan cuando equiparan felicidad con tener un trabajo donde se gana mucho dinero. La revista Forbes recoge el estudio realizado por la Organización Nacional para la Investigación de la Universidad de Chicago sobre el grado de satisfacción de las personas con su trabajo. Las sorpresas abundan en el estudio, y no solo porque el más feliz de los  trabajos sea el de sacerdote (os tengo que confesar que para mí no ha sido una sorpresa) sino porque al repasar el resto de trabajos uno se da cuenta que lo que hace a una persona feliz en su trabajo no es el dinero que gana, sino que realmente responda a su vocación y que tenga un elemento de relación con las personas y de ayuda a los demás.

La lista es la siguiente:

1.  Sacerdotes: Todos aseguran ser totalmente felices, aunque luego cada uno se queje de sus respectivos obispos.

2. Bomberos: El 80% de los bomberos asegura estar muy satisfecho con su trabajo, que implica ayudar a la gente. Además en Extremadura puedes llegar a Presidente de Autonomía.

3. Fisioterapeutas: La interacción social y el ayudar a la gente hacen este trabajo uno de los más felices.

4. Escritores: Para la mayoría de los escritores, la paga es ridículamente baja o no exsite, pero la independencia de escribir lo que pasa por la propia cabeza lleva a la felicidad. Menos mal que mi amigo Paco Lledó además de escritor es profesor. Porque de escribir no se vive, aunque uno sea muy feliz.

5.  Profesores de educación especial: Si no te importa el dinero, un trabajo como profesor de educación especial debería ser una profesión feliz. El salario estaría en USA por debajo de los 50.000 dolares anuales. Mi amigo Antonio ya me habría corregido y me habría dicho que se llaman profesores de Atención a las Necesidades Educativas Especiales. Pues eso.

6. Maestros: Los profesores, en general, dices sentirse muy contentos con sus trapajos, a pesar de los actuales problemas económicos por los que atraviesa la educación y las condiciones de las clases. La profesión continúa atrayendo a jóvenes idealistas, aunque el 50% de los nuevos maestros lo han dejado en los primeros cinco años. Eso es en USA porque en España todo el mundo desea ser funcionario… digo maestro o profesor.

7. Artistas: Escultores y pintores tienen un elevado grado de satisfacción con su trabajo, a pesar de la gran dificultad que supone vivir de él. Vamos que la mayoría trabaja de otra cosa.

8. Psicólogos: Los psicólogos pueden o no ser capaces de solucionar los problemas de los demás, pero parece que se manejan bastante bien solucionando sus propios problemas.

9. Agentes de ventas de sercvicios financieros: El 60% de los agentes de ventas de servicios financieros dicen estar contentos con sus trabajos. Puede ser que tengan algo que ver con esto los más de 90.0000 dolares anuales de sueldo por un trabajo que no supera las 40 horas semanales desde la tranquilidad de una oficina.

10. Operadores de maquinaria pesada: Jugar con juguetes gigantes como excavadoras, cargadores frontales, retroexcavadoras, tractores, niveladoras, palas, grúas, grandes bombas y compresores de aire puede ser muy divertido. Con muchos más puestos de trabajo que solicitudes cualificadas, los operadores de maquinaria pesada se sienten muy felices.

En un comentario a la noticia en el New York Times, Todd May, insiste en la diferencia entre sentirse valorado y ser valorado. Muchos de los trabajos en los que la sociedad cree que nos sentiremos valorados al final no lo son por quienes los realizan, porque no son capaces de encontrar ese valor. Mientras que otros trabajos no tienen que sentirse valorados porque ya ellos descubrieron el valor de su trabajo antes y son valorados por ellos y por la sociedad.

Os dejo el enlace para que podáis ver la noticia The Ten Happiest Jobs y os dejo también el enlace al reportaje fotográfico de Forbes In Pictures: The Ten Happiest Jobs.

Por si alguno está interesado la lista de las diez profesiones más odiadas es:

1. Director de Tecnología de la Información
2. Director de Ventas y Marketing
3. Product Manager
4. Desarrollador Web 
5. Técnico Especialista
6. Técnico en Electrónica
7. Secretario de juzgado
8. Analista de Soporte Técnico
9. Manejo de Sistemas de Control Numérico Computacional (Control de trabajo en cadena a través de un ordenador)
10. Gerente de Marketing

Para mi es una sorpresa es que en ninguna de las listas, ni de las profesiones más felices ni la de los trabajos más odiados, aparezcan los médicos. ¿Por qué será? ¿Algún médico puede darme una idea?


Nadie nace siendo sacerdote (No one is born a priest)

Así de sencillo, así de simpática y así de convincente es  la campaña vocacional del Seminario Diocesano de Tepic (México). Según me comentaba un amigo canadiense la misma imagen ha formado parte de otras campañas vocacionales en diversas diócesis de Canadá y Estados Unidos. Algo tan sencillo y tan elemental que a veces lo olvidamos. La vocación, toda vocación, y  por tanto también la vocación al sacerdocio, es una semilla que Dios ha puesto en nuestro corazón pero que, como las semillas de la parábola del evangelio, tienen que encontrar la tierra buena para poder crecer y desarrollarse. ¡Es necesario cuidar las vocaciones al sacerdocio!

Este cuidado comienza en la familia, iglesia doméstica, donde se produce el primer encuentro con Cristo resucitado en el bautismo, donde se descubre y conoce a Dios como Padre bueno y creador y donde se reconoce y experimenta la acción de Dios en lo cotidiano de la vida. La vocación se cuida en la parroquia, donde el niño y el joven encontrarán con frecuencia a Jesucristo en los sacramentos, especialmente en la confirmación, en la penitencia y sobre todo en el sacramento de la eucaristía. Todos somos responsables de las vocaciones. Un sacerdote mayor, experto en pastoral vocacional me decía que cuando empezaron a implantarse en las diócesis las delegaciones de Pastoral Vocacional, es cuando empezó la crisis en los Seminarios. Su explicación era muy sencilla: al hacer a una persona responsable de las vocaciones en la diócesis los demás piensan que las vocaciones al sacerdocio ya no son responsabilidad suya. Por eso esta cartel publicitario nos recuerda que las responsabilidad ante las vocaciones es cosa de todos y cada uno de los cristianos, desde los padres, pasando por cada uno de los sacerdotes, hasta el último fiel de la parroquia. Todos podemos hacer algo por las vocaciones al sacerdocio. Podemos empezar rezando por los que se preparan ya para ser sacerdotes y rezando por todos aquellos a los que, aunque todavía no los saben, Dios ha llamado para el sacerdocio desde las entrañas de su madre.

No one is born a priest

La misma idea expresada en otro cartel, en este caso en la diócesis de Raleigh (Estados Unidos – Carolina del Norte), que acompaña la imagen con las últimas líneas de Sacramentum Caritatis n. 25 donde se lee:

«La pastoral vocacional, en realidad, tiene que implicar a toda la comunidad cristiana en todos sus ámbitos. Obviamente, en este trabajo pastoral capilar se incluye también la acción de sensibilización de las familias, a menudo indiferentes si no contrarias incluso a la hipótesis de la vocación sacerdotal. Que se abran con generosidad al don de la vida y eduquen a los hijos a ser disponibles ante la voluntad de Dios. En síntesis, hace falta sobre todo tener la valentía de proponer a los jóvenes la radicalidad del seguimiento de Cristo, mostrando su atractivo».

Un buen slogan y un buen mensaje.

San Juan de Ávila, en el Año Sacerdotal

Pocas figuras han tenido tanta influencia en la vida del clero, y especialmente del clero español, como el maestro Juan de Ávila. El maestro de sacerdotes entendió perfectamente que en momentos de crisis, como los de la Reforma protestante, la renovación y reforma de la Iglesia pasaba por una renovación y reforma profunda del clero. Con motivo de la festividad de San Juan de Ávila y dentro de los actos del Año sacerdotal se ha celebrado un encuentro de todos los obispos y sacerdotes de las diócesis andaluzas en la catedral de Córdoba. La homilía del obispo cordobés, sencilla y al mismo tiempo clara, es una llamada a los sacerdotes a vivir en profundidad el ministerio y un recordatorio de nuestra vocación que no es otra que la santidad, que es la vocación de todo cristiano. Aquí os la dejo transcrita. A todos los hermanos sacerdotes feliz día de San Juan de Ávila.

Saludos

Queridos hermanos en el Señor:

Teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con fortaleza la prueba que se nos propone, fijos los ojos en Jesús, el que inicia y consuma la fe, el cual, en lugar del gozo que se le proponía, soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios” (Hb 12,1).

Srs. Arzobispos Metropolitanos de Sevilla, D Juan José, y de Granada, D. Francisco Javier con vuestros respectivos presbiterios

Queridos sacerdotes y Obispos de la Iglesia de Dios que camina en Andalucía:

De Almería, que está presidida por mi hermano Adolfo, con su presbiterio

De Guadix, que ha sido confiada a mi hermano Ginés, con su presbiterio.

De Jaén, que es pastoreada por mi hermano Ramón, con su presbiterio.

De Málaga, que es gobernada por mi hermano Jesús, a quien acompaña el obispo emérito Antonio, con su presbiterio.

De Cádiz y Ceuta, que es presidida por mi hermano Antonio, con su presbiterio.

De Asidonia-Jerez, que preside mi hermano José, con su presbiterio.

De Huelva, que es pastoreada por mi hermano José, con su presbiterio.

Nos encontramos en la Catedral de Córdoba en un encuentro de sacerdotes de todas las diócesis de Andalucía, con motivo del Año sacerdotal que el Santo Padre ha convocado en el 150 aniversario del dies natalis de san Juan María Vianney, el santo Cura de Ars. Desde la solemnidad del Sdo. Corazón de Jesús del año 2009 a la misma fiesta del año 2010 se van presentando ocasiones en las que todo el pueblo de Dios pueda valorar cada vez más el gran don del sacerdocio ministerial, que Cristo ha dejado a su Iglesia, vinculado estrechamente a la Eucaristía. “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, repetía el santo Cura de Ars.

Nuestra congregación tan numerosa se produce en torno a la fecha anual con que celebramos a nuestro patrono san Juan de Ávila, acudiendo desde todas las diócesis de Andalucía a la Catedral de Córdoba, diócesis en la que el Santo fue presbítero la mayor parte de su vida ministerial y desde la que se produjo su tránsito al cielo el 10 de mayo de 1569. Diócesis que conserva sus reliquias, trasladadas para esta ocasión desde Montilla hasta esta santa Iglesia Catedral, que hoy nos acoge, y en la que el Maestro Ávila predicó.

El santo Cura de Ars que ha dado lugar al Año sacerdotal y san Juan de Avila, en torno al cual nos reunimos hoy no son rivales entre sí. Uno y otro son transparencia del único Pastor y guardián de nuestras almas, Cristo el Señor, que nos ha llamado a cada uno de nosotros por nuestro nombre para que prolonguemos su misión en el mundo. Uno y otro son modelos de vida cristiana y sacerdotal y al contemplar sus vidas nos sentimos impulsados a vivir una vida sacerdotal santa.

Año sacerdotal

Sin Eucaristía no hay Iglesia. Sin sacerdotes no hay Eucaristía. Nosotros, queridos sacerdotes, hemos sido llamados por el Señor, hemos sido ungidos y consagrados por su Espíritu Santo en el sacramento del Orden y hemos sido enviados a servir a este pueblo de reyes, asamblea santa, pueblo sacerdotal, para que cada uno de los bautizados, movido por el Espíritu Santo, haga de su vida una ofrenda permanente, ofrecida en sacrificio a Dios y en favor de los hermanos.

Para cumplir esta sagrada misión, que Jesucristo nos ha confiado con amor de hermano, es preciso que planteemos nuestra vida en clave de santidad. No somos meros funcionarios, que cumplen su oficio a unas horas y con unas tareas concretas. Somos ante todo ofrenda con Cristo sacerdote y víctima para la redención del mundo, pan partido como el pan eucarístico para saciar el hambre y la sed de nuestros hermanos. Esto incluye toda nuestra existencia, en una donación sin reservas, a tiempo completo, siguiendo a Jesucristo pobre, casto y obediente, y dejando que nuestra vida se consuma por la caridad pastoral en el servicio a los hermanos.

Vivimos tiempos recios, en los que somos llamados a participar en los “duros trabajos del Evangelio” (2Tm 1,8). San Juan de Avila y el Santo Cura de Ars tomaron parte en estos duros trabajos según las condiciones de su época, que no eran más dificultosas que las nuestras. Al frente de esta tarea hemos sido colocados como atalayas, como centinelas, como capitanes de la civilización del amor. “Llevamos este tesoro en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros. Nos aprietan por todas partes, pero no nos aplastan; estamos apurados, pero no desesperados; somos perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados, llevando siempre y en todas partes en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo” (2Co 4,7-10).

Pero no hemos de temer. El “autor y consumador de nuestra fe, Jesucristo” ha vencido al mundo y ha sembrado nuestra historia de una multitud innumerable de santos sacerdotes Necesitamos mirar más que nunca a los santos sacerdotes que nos han precedido, al santo Cura de Ars, a san Juan de Ávila, a esa inmensa nube de testigos que nos acompañan y nos animan en el camino de la vida para cumplir la misión encomendada. “Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra lucha contra el pecado” (Hb 12,4). En este contexto, el Papa nos presenta la figura del santo Cura de Ars que con su oración incesante, con su vida penitente, con su celo apostólico y su amor a los pobres, con su dedicación sin reservas al ministerio sacerdotal, sobre todo el en confesionario y en el acercamiento de los fieles a la Eucaristía, se presenta como un modelo de vida sacerdotal también para nosotros los sacerdotes del siglo XXI.

Nuestra época necesita santos, necesita santos sacerdotes. Serán los sacerdotes santos los que transformarán el mundo desde dentro, pues de la santidad del sacerdote depende sobre todo el fruto de su ministerio. Este año sacerdotal ha sido convocado para que los sacerdotes recuperemos cada vez más este norte, y a la pregunta que tantos se plantean sobre el tipo de sacerdote que necesita hoy nuestra Iglesia y nuestro mundo, respondamos con toda claridad: La Iglesia hoy necesita sacerdotes santos, el mundo de hoy necesita sacerdotes santos. Sacerdotes con una fuerte experiencia de Dios alimentada continuamente en la oración abundante. Con una entrega total de sus vidas, desprendidos de todo, incluso de sí mismos. Con una disponibilidad misionera para evangelizar donde sea necesario. Sacerdotes que viven con gozo la comunión eclesial, que aman al Papa y siguen su magisterio y su disciplina. Sacerdotes llenos de esperanza y por tanto capaces de levantar la esperanza de los hombres de nuestro tiempo

Nos echan en cara nuestros defectos, nuestros pecados. Algunos hermanos nuestros incluso han incurrido en graves delitos que todos rechazamos y a todos nos avergüenzan. No hemos de asustarnos, ni defendernos contraatacando. El Papa Benedicto XVI con mente lúcida nos muestra el camino: hagamos penitencia por nuestros pecados y por los pecados de nuestros hermanos, imploremos continuamente el don de la conversión para nosotros y para los demás, y sobre todo miremos a Cristo y a los santos sacerdotes. Multipliquemos los momentos de adoración eucarística ante Jesús sacramentado, acudamos de manera asidua al sacramento del perdón. El santo Cura de Ars en este Año sacerdotal nos habla claramente de que el pecado no es la última palabra. La última palabra la tiene Dios, rico en misericordia. Y a esa misericordia nos acogemos todos, especialmente los sacerdotes, que somos destinatarios de la misma y ministros de esa misericordia para todos los hombres.

Os recomiendo vivamente, queridos sacerdotes y seminaristas, la lectura meditada de los discursos que el Papa Benedicto XVI nos está ofreciendo a lo largo de este Año sacerdotal. Tendremos pronto a nuestra disposición un libro que los recoja todos para poder releerlos detenidamente. Constituirán un precioso tesoro para la renovación espiritual de nuestra vida sacerdotal.

Permitidme la lectura de un párrafo precioso de uno de tales discursos: «El sacerdote ya no se pertenece a sí mismo, sino que, por el carácter sacramental recibido (cf. CEC nn. 1563 y 1582), es «propiedad» de Dios. Este «ser de Otro» deben poder reconocerlo todos, gracias a un testimonio límpido. En el modo de pensar, de hablar, de juzgar los hechos del mundo, de servir y de amar, de relacionarse con las personas, incluso en el hábito, el sacerdote debe sacar fuerza profética de su pertenencia sacramental, de su ser profundo. Por consiguiente, debe poner sumo esmero en preservarse de la mentalidad dominante, que tiende a asociar el valor del ministro no a su persona, sino sólo a su función, negando así la obra de Dios, que incide en la identidad profunda de la persona del sacerdote, configurándolo a sí de modo definitivo (cf. ib., n. 1583). El horizonte de la pertenencia ontológica a Dios constituye, además, el marco adecuado para comprender y reafirmar, también en nuestros días, el valor del celibato sagrado, que en la Iglesia latina es un carisma requerido por el Orden sagrado (cf. PO 16) y que las Iglesias orientales tienen en grandísima consideración (cf. CEO, c. 373). Es una auténtica profecía del Reino, signo de la consagración con corazón indiviso al Señor y a las «cosas del Señor» (1 Co 7, 32), expresión de la entrega de uno mismo a Dios y a los demás (cf. CEC n. 1579)» (12 de marzo de 2010).

En la tierra de san Juan de Avila

En este encuentro sacerdotal hemos querido sentir muy cercana la presencia del “apóstol de Andalucía”, nuestro querido san Juan de Ávila, cuyas reliquias se encuentran entre nosotros traídas desde Montilla hasta esta santa Iglesia Catedral. Debo confesaros que siento una especial emoción, al encontrarme hoy con vosotros ante “el arca del testamento”, como calificó san Ignacio de Loyola al Maestro Ávila. Desde niño he cantado el himno del santo en ocasiones como ésta, he leído desde joven la belleza de sus escritos sobre el sacerdocio. He sentido arder mi corazón tantas veces ante la grandeza del amor de Dios descrito por su pluma castellana. El Señor me concede en este día participar con vosotros del gozo de esta celebración. Demos gracias a Dios, de quien procede todo don. Y que la gracia recibida en este día se prolongue a lo largo de toda nuestra vida.

San Juan de Avila ha sido aliento de generaciones y generaciones de sacerdotes de estas tierras andaluzas, y en todos los seminarios de España, siendo declarado patrono del clero secular español en 1946 por el Papa Pío XII. Ya en su época fue maestro de santos, uno de los más influyentes del siglo XVI. Su obra Audi filia convirtió más almas que letras tiene. Ejerció un influjo notable en la reforma del clero de su tiempo con los célebres memoriales al Concilio de Trento (llevados hasta el aula conciliar por el arzobispo de Granada, Pedro Guerrero) y a los concilios de Toledo (que presidió el obispo de Córdoba Cristóbal de rojas), donde insiste una vez más en que la renovación de la Iglesia vendrá de la mano de la reforma del clero, es decir, de sacerdotes santos. A ello dedicó gran parte de su ministerio, fundando colegios, seminarios y hasta la misma universidad de Baeza.

He aquí una figura atrayente, que esperamos sea pronto declarado doctor de la Iglesia, es decir, maestro con doctrina eminente de la vida cristiana. La diócesis de Córdoba y las demás diócesis de Andalucía y de España tenemos ante nosotros un precioso reto, como uno de los mejores frutos de este año sacerdotal. Poner en valor la figura, la doctrina, la santidad del Maestro Juan de Ávila para que todos los sacerdotes del mundo encuentren en él lo que para nosotros es fácilmente accesible. En el intercambio de dones de unas diócesis a otras, dentro de la única Iglesia universal, nos corresponde a nosotros dar a conocer a esta columna de la Iglesia, precisamente en estos tiempos recios en los que hemos de mirar a los santos sacerdotes que nos han precedido y cuya doctrina es aliento para nuestra misión apostólica.

La ocasión me es propicia para pediros que profundicemos todos en la vida y doctrina del Santo, de manera que nos sea cada vez más familiar, y quién sabe si de esta ocasión alguno siente la llamada a dedicar sus estudios y su investigación a esta figura sacerdotal que tanto influjo ha tenido en la historia de la Iglesia y está llamado a tener más todavía a partir de su próxima declaración como doctor. La diócesis de Córdoba apoyará estas investigaciones y está en condiciones de crear un centro de espiritualidad y de estudio en torno a la Iglesia de la Encarnación de Montilla, que guarda celosamente sus reliquias.

Termino con unas palabras del Maestro Ávila acerca de la formación de los futuros sacerdotes, dirigidas al Concilio de Trento y plenamente actuales en nuestros días:

Lo que este santo Concilio pretende es el bien y la reformación de la Iglesia. Y para este fin, también consta que el remedio es la reformación de los ministros de ella. Y cómo este sea el medio de este bien que se pretende, se sigue que todo el negocio de este santo concilio ha de ser dar orden cómo estos ministros sean tales como oficio tan alto requiere. Pues sea ésta la conclusión: que se dé orden y manera para educarlos que sean tales; y que es menester tomar el negocio de más atrás, y tener por cosa muy cierta que, si quiere la Iglesia tener buenos ministros, que conviene hacellos; y si quiere tener gozo de buenos médicos de las almas, ha de tener a su cargo de los criar tales y tomar el trabajo de ellos; y si no, no alcanzará lo que desea” (Memorial primero al Concilio de Trento, 9).

Que san Juan de Ávila y el Santo Cura de Ars nos alcancen esta gracia especial que hoy pedimos humildemente. Así sea.

May feelings III

Un grupo de universitarios de Madrid prepara cada mes de mayo, desde hace tres años, un video animando a otros jóvenes a rezar el rosario. El primero de ellos titulado «May feelings», algo así como «sentimientos del mes de mayo» tuvo un enorme éxito en youtube. Este año, con motivo del año sacerdotal, el video está dedicado a la figura del sacerdote. Muchos sacerdotes han rezado alguna vez el rosario por nosotros, en muchas ocasiones sin siquiera saberlo nosotros, sin conocernos. Con su oración el sacerdote ha estado, detrás de nosotros, sosteniéndonos. Ahora es tiempo de que ellos sepan  que estamos también nosotros, detrás de ellos, sosteniéndolos con nuestra oración y que esa es nuestra forma de darle las gracias.
Feliz mes de mayo.

Sacerdotes pedófilos: pánico moral.

Massimo Introvigne,  sociólogo y director del CESNUR (Centro observatorio aconfesional de las religiones), publica un artículo en italiano que, ya traducido, os presento. Lo interesante de este artículo es que nos ayuda a reflexionar sobre qué es lo que está pasando realmente en los medios de comunicación. ¿Por qué se presentan en primera plana acontecimientos juzgados y condenados hace más de 20 años? ¿Por qué se quiere presentar una relación entre celibato y pedofilia? El artículo nos explica en qué consiste la creación de un «pánico moral», una utilización de una noticia que, si bien no es inventada, se exagera y se presenta como un problema nuevo y emergente.

Este pánico moral está creado por unos «empresarios morales». Son ellos los que administran la distribución e intensidad en la presentación de las noticias. Esta situación de pánico social impide afrontar con realidad los problemas y las medidas a tomar porque adultera el análisis sociológico.

Aquí os dejo la dirección del artículo en italiano http://www.cesnur.org/2010/mi_preti_pedofili.html.

El artículo se titula «Preti pedofili: panico morale», que se traduciría como «Sacerdotes pedófilos: pánico moral».

¿Por qué volver a hablar de sacerdotes pedófilos, con acusaciones que se refieren a Alemania, a personas cercanas al Papa y ahora hasta al propio Papa? ¿La Sociología tiene algo que decir o debe dejar el campo abierto sólo a los periodistas? Creo que la sociología tiene mucho que decir, y no debe permanecer en silencio por miedo a disgustar a alguien. El debate actual sobre los sacerdotes pedófilos – considerado desde el punto de vista del sociólogo – es un ejemplo típico de «pánico moral». El concepto se originó en la década de 1970 para explicar cómo algunos problemas están sujetos a una hiperconstrucción social. Más concretamente, los pánicos morales se han definido como problemas socialmente construidos caracterizados por una ampliación sistemática de los datos reales, tanto en la representación de los medios de comunicación, como en el debate político. Otras dos características han sido citados como típicos del pánico moral. En primer lugar, problemas sociales que existen desde hace décadas, se reconstruyen en los medios de comunicación y la política como «nuevos» o como objeto de un espectacular y dramático crecimiento reciente. En segundo lugar, su impacto es exagerado por el folclore estadístico que, aunque no confirmado por estudios académicos, se repiten de un medio a otro y pueden inspirar persistentes campañas mediáticas. Philip Jenkins ha enfatizado el papel en la creación y gestión de los pánicos de los «empresarios morales», cuyos programas no están siempre declarados. El pánico moral no es bueno para nadie. Distorsionan la percepción de los problemas y socavan la eficacia de las medidas que deben resolverlos. A un mal análisis no puede sino seguir una intervención errónea.

Entendámonos: los pánicos morales tienen en sus inicios condiciones objetivas y peligros reales. No inventan la existencia de un problema, pero se exageran las dimensiones estadísticas. En una serie de valiosos estudios mostró el mismo Jenkins, que el tema de los sacerdotes pedófilos es quizás el ejemplo más típico de un pánico moral. Están presentes de hecho los dos elementos característicos: una cifra real de salida, y una exageración de estos datos por obra de los ambiguos «empresarios morales».

En primer lugar, la cifra real de partida. Hay sacerdotes pedófilos. Algunos casos son a la vez sorprendentes y repugnantes, se han traducido en condenas firmes y los condenados nunca se han declarado inocentes. Estos casos – en los Estados Unidos, Irlanda, Australia – explican las graves palabras del Papa y su petición de perdón a las víctimas.Incluso si los casos fuesen sólo dos – y, lamentablemente, son más – siempre serían dos casos de sobra. Pero ya que pedir perdón – aunque noble y necesario – no es suficiente, sino que tenemos que evitar que se repitan casos, no es irrelevante saber si hay dos, doscientos o veinte mil. Tampoco es irrelevante saber si el número de casos es más o menos numeroso entre los sacerdotes y religiosos católicos que en otras categorías de personas. Los sociólogos son a menudo acusados de trabajar sobre fríos números, olvidando que detrás de cada número hay un caso humano. Pero los números, aunque insuficientes, son necesarios. Son el presupuesto de cualquier análisis adecuado.

Para entender cómo de un dato trágicamente real se ha pasado a un pánico moral es necesario preguntarse cuántos son los sacerdotes pedófilos. El conjunto más amplio de datos fue recogido en los Estados Unidos, donde en 2004 la Conferencia Episcopal encargó un estudio independiente en el John Jay College of Criminal Justice de la City University de Nueva York, que no es una universidad católica y es unánimemente reconocido como la institución académica más autorizada en los Estados Unidos en el campo de la criminología. Este estudio nos dice que desde 1950 hasta 2002 4.392 sacerdotes estadounidenses (entre más de 109.000 existentes) han sido acusados de mantener relaciones sexuales con menores.De estos poco más de un centenar fueron condenados por tribunales civiles.El bajo número de condenas por parte del Estado se deriva de varios factores. En algunos casos, reales o presuntas víctimas denunciaron a sacerdotes ya muertos o los hechos ya habían prescrito. En otros casos, a la acusación e incluso a la pena canónica no corresponde la violación de ninguna ley civil: es el caso, por ejemplo, en varios estados norteamericanos del sacerdote que tiene una relación con una – o también un – menor mayor de dieciséis años con consentimiento. Pero también ha habido muchos casos clamorosos de sacerdotes inocentes acusados. Estos casos se multiplicaron sobretodo en los años 90, cuando algunos bufetes de abogados se dieron cuenta de que podían sacar indemnizaciones millonarias incluso solo con meras sospechas. Los llamamientos a la «tolerancia cero» están justificados, pero tampoco debería haber tolerancia alguna para quien calumnia a sacerdotes inocentes.Añado que en los Estados Unidos las cifras no cambiarían significativamente si se añadiese el período 2002-2010, porque ya el estudio de la Universidad John Jay, destacó la «notable reducción» de casos en la década del 2000. Las nuevas investigaciones han sido pocas y las condenas poquísimas, debido a las estrictas medidas introducidas tanto por los obispos de EE.UU. como por la Santa Sede.

¿Nos dice el estudio del John Jay, como se lee a menudo, que el cuatro por ciento de los sacerdotes estadounidenses son «pedófilos»? No, en absoluto. Según este estudio el 78,2% de las acusaciones se refiere a menores que han pasado la pubertad. Tener relaciones sexuales con una chica de diecisiete años no es ciertamente una buena cosa, y mucho menos para un sacerdote, pero no es pedofilia. Así que los sacerdotes acusados de pedofilia real en los Estados Unidos son 958 en 52 años, dieciocho al año.Las condenas fueron 54, poco más de una al año.

El número de condenas de sacerdotes y religiosos en otros países es similar al de los Estados Unidos, aunque ningún país tiene un estudio tan amplio como el del John Jay College. A menudo se citan una serie de informes del gobierno de Irlanda que denominan «endémica» la presencia de abusos en los orfanatos e internados (masculinos) gestionados por algunas diócesis y órdenes religiosas, y no hay duda de que se han producido casos de abuso sexual de niños incluso muy graves en este país. El examen sistemático de estos informes también muestra cómo muchas acusaciones se refieren a la utilización de medios de corrección excesivos o violentos. El llamado informe Ryan, de 2009 – que utiliza un lenguaje muy fuerte contra la Iglesia Católica – de 25.000 alumnos en internados, orfanatos y reformatorios en el período que se examina informa de 253 denuncias de abusos por parte de niños y 128 por las niñas, no todos atribuidos a sacerdotes, religiosos o religiosas, de diferente naturaleza y gravedad, rara vez dados en niños antes de la pubertad, y que aún más raramente han llevado a condenas.

La controversia de las últimas semanas en Alemania y Austria presenta una característica típica de pánico moral: aparecen como «nuevos» hechos que se remontan a muchos años atrás, en algunos casos más de treinta años, y ya conocidos en parte. El hecho de que – con énfasis particular en lo que toca a la región de Baviera, de donde viene el Papa – se presentan en las primeras páginas de los periódicos sucesos de los 80 como si hubiesen ocurrido ayer, y de los cuales surgen furiosas controversias, con un ataque concéntrico que anuncia a gritos cada día nuevos descubrimientos, muestra claramente cómo el pánico moral es promovido por los «empresarios morales» de una manera organizada y sistemática. El caso que – como algunos periódicos han titulado – «implica al Papa» es de libro. Se refiere a un episodio de abuso en la Archidiócesis de Munich y Freising, donde fue arzobispo el Papa actual, que data de 1980. El caso emergió en 1985 y fue juzgado por un tribunal alemán en 1986, asegurando, entre otras cosas, que la decisión de aceptar en la archidiócesis al sacerdote en cuestión no fue hecha por el cardenal Ratzinger que ni siquiera la había conocido, lo que no es extraño en una diócesis grande, con una compleja burocracia. Por qué un periódico alemán decide resucitar este caso y publicarlo en su primera página veinticuatro años después de la sentencia debe ser la verdadera cuestión.

Una pregunta desagradable – porque el mero hecho de plantearla parece defensivo y no consuela a las víctimas – pero importante es determinar si ser un sacerdote católico es una condición que implica riesgo de convertirse en pedófilo o de abusar sexualmente de menores – las dos cosas, como se ha visto, no coinciden porque quien abusa de una chica de dieciséis años no es un pedófilo – con el más alto respeto al resto de la población. La respuesta a esta pregunta es crucial para descubrir las causas del fenómeno y para prevenirlo. Según los estudios de Jenkins al comparar la Iglesia Católica en los Estados Unidos con las principales denominaciones protestantes se descubre que la presencia de pedófilos es – según las ramas – de dos a diez veces más entre clérigos protestantes que entre sacerdotes católicos.La cuestión es relevante porque demuestra que el problema no es el celibato: la mayoría de los pastores protestantes están casados. En el mismo periodo en que un centenar de sacerdotes estadounidenses fueron declarados culpables de abuso sexual infantil, el número de profesores de gimnasia y entrenadores de equipos deportivos de jóvenes – la gran mayoría casados – que fue declarado culpable de ese delito por los tribunales de EE.UU. rozaba los seis mil.Los ejemplos podrían continuar, no sólo en los Estados Unidos. Y sobretodo según los informes periódicos del gobierno de EE.UU. alrededor de dos tercios de los acosos sexuales a menores no vienen de extraños o profesores – incluyendo sacerdotes y pastores protestantes – sino de miembros de la familia: padrastros, tíos, primos, hermanos y, por desgracia, también padres.Datos similares existen en muchos otros países.

Aunque sea poco políticamente correcto decirlo, hay un dato que es mucho más significativo: más del ochenta por ciento de los pedófilos son homosexuales, varones que abusan de otros varones. Y – por citar una vez más a Jenkins – más del noventa por ciento de los sacerdotes católicos condenados por abuso sexual y pedofilia es homosexual. Si en la Iglesia Católica ha existido realmente un problema, éste no era el celibato, sino una cierta tolerancia de la homosexualidad en los seminarios, especialmente en la década de los 70, cuando se ordenó la gran mayoría de sacerdotes más tarde condenados por abuso. Es un problema que Benedicto XVI está enérgicamente corrigiendo. Más en general, el retorno a la moralidad, la disciplina ascética, a la meditación sobre la verdadera y gran naturaleza del sacerdocio son el antídoto radical a las tragedias reales de la pedofilia. También para esto debe servir este año Sacerdotal.

Con respecto a 2006 – cuando la BBC transmitió un documental basura del parlamentario irlandés y activista homosexual Colm O’Gorman – y a 2007 – cuando Santoro propuso la versión italiana en Annozero – en realidad no hay casi nada nuevo salvo el aumento de la severidad y la vigilancia de la Iglesia.Los dolorosos casos de los que más se habla en las últimas semanas no siempre son inventados, pero se remontan a veinte o incluso treinta años atrás.

O tal vez haya algo nuevo. ¿Por qué desenterrar viejos casos en 2010 muy a menudo ya conocidos, al ritmo de uno por día, atacando cada vez más directamente al Papa – un ataque, además, paradójico si se considera la enorme severidad sobre este tema del primero cardenal Ratzinger más tarde Benedicto XVI ? Los «empresarios morales» que organizan el pánico tienen un proyecto que surge cada vez más claro, y realmente su esencia no es la protección de los niños. La lectura de algunos artículos nos muestra cómo – en la víspera de opciones políticas, jurídicas y también electorales que por toda Europa y en todo el mundo ponen sobre la mesa la administración de la píldora RU-486, la eutanasia, el reconocimiento de las uniones homosexuales, en las que la voz de la Iglesia y el Papa es casi la única que se eleva para defender la vida y la familia – lobbys muy poderosos tratan de descalificar esta voz con la acusación más infame y ahora por desgracia más fácil: promover o tolerar la pedofilia. Estos lobbys más o menos masónicos manifiestan el siniestro poder de la tecnocracia evocada por Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate y la denuncia de Juan Pablo II, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1985 (8-12-1984) , sobre «planes ocultos» – junto con otros «propagados abiertamente» – «destinados a someter a todas las naciones a regímenes en que Dios no cuenta.

Verdaderamente se trata de una hora de las tinieblas, que trae a la mente la profecía de un gran pensador católico del siglo XIX, el vercelense Emiliano Avogadro della Motta (1798-1865), según el cual a las ruinas causadas por las ideologías laicistas habría de seguir una auténtica «demonolatría», que se manifiesta particularmente en el ataque a la familia y al verdadero concepto del matrimonio. Restablecer la verdad sociológica sobre los pánicos morales en el tema de los sacerdotes y la pedofilia, de por sí no resuelve los problemas y no detiene los lobbys, pero puede constituir por lo menos un pequeño y merecido homenaje a la grandeza de un Papa y una iglesia heridos y calumniados porque sobre la vida y la familia no se resigna a guardar silencio.

Massimo Introvigne