La acción epifanía del amor

seederComenzamos con este artículo la incorporación a la red de una serie de apuntes recogidos durante el primer semestre del ciclo de licencia de estudios sobre Matrimonio y Familia en el Pontificio Instituto Juan Pablo II. Los apuntes incorporados a esta entrada son el primer capítulo de los tres previstos de la asignatura «La acción epifanía del amor» que imparte monseñor Livio Melina, Preside de dicho Instituto. Los apuntes, como tales, no han sido revisados por el profesor pero pueden ser una ayuda útil al estudio de esta asignatura por parte de los alumnos de lengua española. El documento adjunto se presenta en formato pdf. 

La imagen corresponde a un cuadro de V. van Good, «El sembrador con el sol que declina», recoge la idea de que la vida moral en el corazón de cada cristiano responde a la iniciativa de Dios que ha sembrado el Reino de Dios en nuestro corazón, un Reino que se abre paso por su propia fuerza (la de la semilla) que crece sin necesidad de la ayuda del agricultor (la iniciativa es de Dios) pero al mismo tiempo una semilla que necesita de tierra buena, de cuidados, de agua… de la libertad del cristiano que la acoge y la lleva a plenitud.

Espero que sea una ayuda para el estudio.la-accion-como-epifania-del-amorcap1

Chitarra Roma

Liado con las clases (durante tres semanas tendré horario completo de mañana y tarde) no tengo tiempo para escribir. El frío y la lluvia hacen que Roma se lave la cara y muestre otros colores otros tonos. Roma se pone preciosa y se engalana para enamorar en una noche de otoño. roma-noche

Roma es preciosa en cualquier época del año y a cualquier hora. Te cautiva y te embelesa en cada rincón. Solo hay que saber mirar para descubrir detalles, distancias, cuadros de piedra pintados sobre las calles de una ciudad que sueña que sus estatuas cobran vida cada noche… y te miran.

Como no me va a gustar Roma si es como una mujer que te seduce a cada paso, que te susurra en cada esquina y que te sorprende cada día con su rostro más bello, con su sonrisa más cálida, con su beso más ardiente.

Si no me crees solo tienes que mirar. Pero ten cuidado porque igual tu también te enamoras como se enarmoró Miguel Ángel, Rafael o el mismo Pavarotti. Disfruta de la presentación en powerdpoint que te dejo y ya me cuentas.

CHITARRA ROMANA

Un abrazo

La ceguera de haber perdido el amor primero.

Estamos ya totalmente metidos en una semana escatológica” que como un arco se abre entre el domingo pasado, en el que se nos hablaba de las parábolas de los talentos, qué hemos hecho con los dones que Dios nos ha dado y el próximo domingo, donde se nos preguntará, qué hemos hecho con las personas que Dios ha puesto nuestra vida. En este contexto de juicio final y de encuentro cara a cara con Dios, recuerdo una anécdota que me contaba un amigo sobre un teólogo español, muy importante, que había escrito muchos libros sobre teología fundamental, sobre dogmática… y que se estaba muriendo. Un amigo que fue a visitarle, para animarle le decía: “Oye pues verás que bien, cuando estés allí delante de Dios Padre, y de nuestro Señor Jesucristo y el Espíritu Santo, pues podrás hablarles de lo que tu has escrito y que te expliquen en que tenías razón y en que no…” El teólogo se incorporó y le dijo “Yo si no me sacan la conversación, no pienso decirles nada…”

20061025203810-grito1Y lo cierto es ¿qué le dirías a Jesús si estuvieses cara a cara con él?

En el evangelio del Lunes 17 de noviembre leemos el encuentro que Jesús tiene a la salida de Jericó con un ciego que está al borde del camino. De ese encuentro, de esa conversación destaco lo siguiente:

Jesús le dice al ciego, -«¿Qué quieres que haga por ti?»

Él dijo: -«Señor, que vea otra vez

Jesús le contestó: -«Recobra la vista, tu fe te ha curado.»

En seguida recobró la vista y lo siguió glorificando a Dios.

Dicen que es más difícil ser ciego cuando antes se ha visto. Cuando la ceguera ha llegado a la vida después de haber visto uno lo pasa peor, porque además uno va perdiendo el recuerdo de las imágenes y de los colores. En el encuentro con Jesús solo un deseo, “Señor, que vea otra vez. En el fondo es decir,  que vuelva a ser como antes. Y el Señor obra el milagro por la fe del ciego: “Recobra la vista”, es decir, vuelve ser como eras.

En el libro del Apocalipsis aparece la misma idea de retorno al origen. El ángel le habla a la Iglesia de Efeso reconociendo todas sus virtudes. Ha sido una Iglesia fiel en medio de las divisiones internas y de las persecuciones. Pero en el camino de la fidelidad ha perdido el amor primero: “Tengo contra ti que has perdido tu amor primero”. 

El mensaje a la Iglesia de Éfeso es el mensaje que se nos dirige en esta semana: no basta con ser fieles. No basta con ser eficaces, no basta con  hacer las cosas bien… eso no es suficiente. No basta con ser eficaces con los talentos, no basta con hacer muchas cosas por los demás. No basta con actuar… si el motor de nuestros actos no es el amor. Hay que amar… hay que amar a Dios. Y no sirve cualquier forma, no se puede amar a Dios de cualquier manera. Solo sirve amar con el amor primero.

Yo estoy convencido que todos los que estamos vinculados de una manera especial a la Iglesia (en la parroquia, en el servicio a los demás, en nuestro barrio, en nuestra familia) hemos tenido en nuestra vida esa experiencia de amor primero y original a Dios. Ese amor primero es el que ha conformado nuestra vida, nos ha traído hasta aquí. Si somos cristianos, si somos sacerdotes es porque un día nos enamoramos. Si estamos hoy aquí es porque un día tuvimos claro que valía la pena perderlo todo con tal de tener  a Jesucristo. Ese momento de amor primero es el que yo creo sinceramente, que me pide hoy el Señor recobrar.

No sé si entre todos podríamos ponernos de acuerdo en decir ¿qué es eso del amor primero? Yo, desde mi propia y humilde experiencia, voy a dar tres notas de este amor primero. Yo os invito a que cada uno a lo largo de la semana pueda volver a retomar este texto y busque que es lo que configura, lo que configuró en su vida ese amor primero.

Amor de novedad. Yo recuerdo esos momentos de amor primero como momentos en los que todo me sabía a nuevo. Devoraba el evangelio porque cada día descubría algo nuevo. La necesidad de la Eucaristía. La calidez de la oración, la frescura del Señor, mi propia frescura apostólica. El nerviosismo de la primera vez, de la primera misa, de la primera ocasión en la que alguien se acercó a confesarse. El amor con la ingenuidad de la sorpresa. Con la capacidad de acogida de todo como nuevo. Y eso tengo que recuperarlo.

Amor de totalidad.- Un amor con deseos de entrega total. Sin pensar ni como, ni donde, ni cuando… Cuando se me llenaba la boca, y ¡era verdad!, cuando decía “Donde Dios quiera”. Cuando la aspiración de santidad no tenía que luchar con el peso de los años de pecado. Cuando al comienzo de la escalada uno estaba ilusionado y convencido de llegar a la meta y no, como ahora, cuando en la meseta uno tiene la sensación de estar demasiado lejos del comienzo para bajar y la cumbre aparece demasiado lejos como para poder alcanzarla.

Amor de felicidad.- Un amor que me hacía feliz y hacía felices a los demás. Cuando se notaba en la cara que estabas enamorado, porque hijo a veces ahora lo único que se nos ve en la cara es que estamos “cabreados”. Un amor con capacidad de sonrisa, de risa y de carcajada.

Estas son algunas de las características de ese amor que el Señor, a cada uno de nosotros, en estos momentos nos pide recuperar. Y nos lo pide, como a la Iglesia de Éfeso, porque sabe que hemos sido fieles, que queremos ser fieles en medio de nuestras propias divisiones y en medio de nuestras propias dificultades.Es cierto que la rutina cotidiana nos hace perder la novedad, es cierto que nuestros propios pecados nos hacen perder ese horizonte de santidad y nos conformamos en la mediocridad, es cierto que, el centrarnos en nosotros mismos, nos hace perder esa idea profunda de felicidad.

Esa es nuestra ceguera. Si te sientes así, como el ciego, la solución es sencilla. Dile al Señor con humildad: “Señor, que vea otra vez”.Cuando recuperamos ese amor primero vamos dando saltos detrás del Señor por el camino de la vida: saltos de novedad, de totalidad y de felicidad.

Cuando después de tantos estudios, tantos exámenes, tantas tesinas y tesis, me encuentre cara a cara con Dios… os aseguro que yo también lo tengo claro: «Como no me pregunte, yo no pienso sacarle el tema”. Pídamosle a María, Ntra Sra que nos ayude y nos guíe en ese volver al amor primero, que así sea.

Que diez años no es nada…

Los libros de espiritualidad explican la existencia de un demonio muy particular. Se le llama la «acidia» o demonio del «mezzo giorno», demonio del medio día. Los padres espirituales advertían a los monjes que este demonio aparece a media mañana y crea en el monje un estado de desasosiego, un profundo rechazo y disgusto por el lugar donde se encuentra y por su estado de vida. Es la hora en la que el monje ha terminado el trabajo y todavía no ha llegado a la comida. Al monje le da por pensar que su trabajo, su oración, no tienen sentido. Empieza a pensar que ese no es su sitio y que allí no se puede realizar como persona y como cristiano. Este demonio lleva al monje a pensar que estaría mejor en otros lugares.

En realidad este demonio de la acidia está presente en todos nuestras vidas. Ahora le llamamos la crisis de los 40. A los cuarenta años de vida (en el medio día de la vida) es fácil encontrarnos con personas que piensan que su vida no tiene sentido, que no han sabido aprovechar el tiempo… que se equivocaron al elegir su trabajo… o al formar esta familia. Piensan que su sitio estaría en otro lugar… en otro trabajo… con otra mujer… La acidia es una huida del presente y una parálisis de la acción. Santo Tomás daba dos definiciones de la acidia: Taedium operandi =la incapacidad de hacer nada (una especie de desgana total por la vida) y Tristia boni divini =la tristeza o incapacidad de descubrir las cosas buenas de la vida.

Todo esto viene porque hoy cumplo 38 años, es decir, estoy en el «mezzo giorno» de mi vida y es el momento en el que ataca el demonio de la acidia. Estos días he repasado mi vida pero, por ahora, no detecto los síntomas de este demonio. Tengo ganas de hacer un montón de cosas, tengo ganas de estudiar, de conocer gente, de rezar, de hablar de Dios… No he perdido la capacidad de descubrir cada día los regalos que Dios me hace, a veces a través de una conversación con una persona… otras veces a través de un simple mensaje de móvil … o de un rayo intenso de luz golpeando la cara (la luz tiene una intensidad especial en esta ciudad).

En esas estaba cuando he vuelto a releer un artículo que saldrá en breve en una revista de espiritualidad. Se titula «Que diez años no es nada…» y lo hice en el mes de junio con motivo de mi aniversario de ordenación sacerdotal.

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Comienza así: «Si como dice el bolero que veinte años no es nada, podríamos decir que diez años se han pasado en un suspiro… Al volver la vista atrás lo primero que uno descubre es que las nieves del tiempo ciertamente han plateado mis sienes y, por qué no, también mi alma. Diez años de cura, de sacerdote, y parece… que fue ayer.» Y es verdad que parece que fue ayer. Cuando el tiempo pasa rápido es porque se ha hecho mucho, porque se ha amado mucho, porque se ha vivido mucho.

La acidia es la enfermedad del deseo. Quien desea, ama. Quien ama, obra, actúa, vive. La acción muere cuando muere el deseo. Os dejo ese artículo como regalo de cumpleaños, de mi cumpleaños, como signo de que sigo haciendo, de que sigo amando, de que sigo viviendo. Y como agradecimiento a todos aquellos hombres y mujeres que Dios ha ido poniendo junto a mi en estos 38 años de vida, especialmente en estos 10 años de cura. Estoy convencido de que hay que seguir amando mucho… porque queda mucho por hacer.

Gracias y feliz cumpleaños.

Estudiar sin orgullo

 

El pasado jueves,día 30 de octubre, se inauguraba solemnemente el curso de todas las universidades eclesiásticas de Roma. Tras la misa solemne en la catedral de San Pedro, presidida por un cardenal, se hacía presente el Papa para dar un saludo y dirigir un discurso a los estudiantes que estábamos allí presente. Se cumplió la escritura que dice: «los últimos serán los primeros» y efectivamente allí estábamos, en la primera línea de asientos de los sacerdotes, unos compañeros y yo mismo. Éramos los últimos y nos colocaron de los primeros. Pues desde tan buen puesto pude celebrar la Eucaristía y pude, también escuchar las palabras que el Papa nos dirigía.

El papa habló, citando a san Pablo, de la necesidad de distinguir entre la «sabiduría de las palabras» de la «sabiduría de la Cruz». Es curioso que a veces queramos ser «sabios» para tener más poder. Esta sabiduría del orgullo, de la soberbia del conocimiento, esta sabiduría que prescinde de Dios es para Pablo «necedad». La verdadera sabiduría, la que nos hace realmente sabios es la «sabiduría de la Cruz», que no es otra cosa que «tener el pensamiento de Cristo».

El Papa insistió: «Esta contraposición entre las dos sabidurías no se identifica con la diferencia entre la teología, por una parte, y la filosofía y las ciencias, por otra. Se trata en realidad de dos posturas fundamentales. La «sabiduría de este mundo» es un modo de vivir y de ver las cosas prescindiendo de Dios y siguiendo las opiniones dominantes, según los criterios del éxito y del poder. La «sabiduría divina» consiste en seguir la mente de Cristo, es Cristo quien nos abre los ojos del corazón para seguir el camino de la verdad y del amor». 

Yo, que os puedo asegurar que he estudiado mucho, quiero «aprender» esta sabiduría. Uno puede venir a Roma pensando que va a saber más y por lo tanto que va a «ser más». Si yo soy así soy un necio. Dios se oculta a los «sabios» y se revela a los «sencillos». Esto no quiere decir que no haya que estudiar. El estudio y el conocimiento son necesarios. Es el veneno del orgullo lo que se critica. No es por tanto el conocimiento en sí lo que puede hacer daño, sino la presunción, el «vanagloriarse» de adónde se ha llegado -o se presume haber llegado- a saber. De todo eso me puede librar, te puede librar, Cristo.

 

El Papa terminó hablando como la Iglesia presenta a Cristo como la verdadera Sabiduría. Como recogen las imágenes en las que se ve a María presentando a Jesús-Sabiduría. Jesús sentado sobre su Madre. María asiento de la Sabiduría. María sedes Sapientiae. Cuando el Papa dijo estas palabras se me vino a la mente la imagen de la Virgen que preside el patio de Bachillerato del Colegio Diocesano San Atón. María trono de la sabiduría.

Un antiguo alumno de 4º ESO (ahora en 1º de bachillerato) me pedía que escribiese algo para ellos. Simplemente a vosotros, a los que estáis en 1º de bachillerato (también a los de 2º) deciros que os estáis preparando para llegar a la Universidad, para estudiar más. Además de la preparación intelectual que os da el Colegio lo único específico que puede daros es al mismo Cristo. Por eso pusimos esa imagen de María sedes Sapientiae, para que en vuetros recreos, cuando estéis agobiados, nerviosos, asustados… podáis ir allí y rezarle a María, pidiéndole que os dé a Cristo, para que apretando en el estudio, exigiendoos a vosotros mismos lo máximo os empeñéis en el trabajo intelectual (también en la Universidad) y, libres de la tentación del orgullo, estéis gozosos y alegres porque tenéis al Señor.

Aquí os dejo el discurso completo del Papa en pdf

discurso-papa

Ahora a estudiar… pero sin orgullo. Os prometo que yo, ahora como estudiante, también tengo que hacer ese esfuerzo.