Este fin de semana se celebra en Londres la así llamada «boda del siglo». Si usamos esa misma nomenclatura podríamos decir que el domingo se celebra en Roma la «beatificación del siglo». Ciertamente Juan Pablo II ha sido el Papa de los records. En cuanto a salidas fuera del Vaticano, kilómetros recorridos, países visitados, número de personas recibidas en audiencias, encuentros, jornadas de la juventud… incluso en número de personas que pasaron por delante de su féretro durante sus funerales. Un pontificado tan largo y tan extenso ha dejado una gran cantidad de anécdotas y de detalles, de imágenes simpáticas y de momentos que han calado en el corazón de cristianos y no cristianos (como por ejemplo el encuentro de las religiones en Asís). Son muchos los documentos y textos de su pontificado que tendrán que ser todavía digeridos y puestos en práctica en este nuevo milenio al que él llevó a la Iglesia. El milenio de la nueva evangelización.
De Juan Pablo II me quedo con dos de sus principales preocupaciones: la familia y las vocaciones al sacerdocio. Juan Pablo II pasará a la historia como el Papa de las familias. Dos documentos fundamentales: las catequesis sobre el hombre y la mujer desarrolladas en las audiencias de los miércoles, verdadera antropología fundamental y teología del cuerpo, y la «Familiaris Consortio». En ellos se resumen su pensamiento sobre la familia como motor de la sociedad y como motor también de la Iglesia.
Decía que el segundo aspecto es su preocupación por las vocaciones. Un documento precioso «Pastores dabo vobis» recogía su preocupación por la formación de los sacerdotes, pero sobre todo era su incansable llamada a estar abiertos a la acción, a la llamada de Dios en la propia vida. De una manera especial en las diferentes Jornadas Mundiales de la Juventud y en los muchos encuentros con jóvenes. Todavía resuenan en muchos de esos jóvenes palabras similares a las que pronunció en Cuatro Vientos (Madrid): «Si oyes en tu interior la voz del Señor que te llama ¡No la callles!» Muchos de esos jóvenes no acallaron la voz del Señor y respondieron: muchos son hoy sacerdotes.
En Roma, durante la beatificación, habrá en la plaza muchas familias y muchos sacerdotes, venidos a estar con el Papa Juan Pablo II, su Papa. Y en todo el mundo habrás muchos más que no podrán venir, pero que quieren vivir en plenitud el legado que nos deja el Beato Juan Pablo II, el Grande: la herencia de la preocupación por las familias y por las vocaciones.