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El secreto de un santo

Los chicos de May Feelings lo vuelven a bordar en la entrega de este vídeo (el IV). Un video sencillo y original que nos recuerda cuál es el secreto de un santo, el secreto del Beato Juan Pablo II. Hoy, más que nunca, es muy bueno rezar no solo por él, sino a través de él, por todos aquellos a los que queremos; con Aquella a quién él también nos enseñó a querer. El mes de mayo es un buen momento para rezar, un buen momento para encomendar a todos aquellos que una vez os encontrasteis con Juan Pablo II. Por los que se mojaron en el Monte del Gozo, por los Montañeros tan «apañaos» que compartimos viaje a Chestokowa, por París, por los que cruzasteis el charco hasta Toronto o Denver, por aquellos que nos seguimos emocionando cuando escuchamos el «Emmanuel», el himno de la jornada mundial en Roma. Por todos vosotros que habéis rezado a María, con Juan Pablo II. Un abrazo.

Beato Juan Pablo II, el Grande

Este fin de semana se celebra en Londres la así llamada «boda del siglo». Si usamos esa misma nomenclatura podríamos decir que el domingo se celebra en Roma la «beatificación del siglo». Ciertamente Juan Pablo II ha sido el Papa de los records. En cuanto a salidas fuera del Vaticano, kilómetros recorridos, países visitados, número de personas recibidas en audiencias, encuentros, jornadas de la juventud… incluso en número de personas que pasaron por delante de su féretro durante sus funerales. Un pontificado tan largo y tan extenso ha dejado una gran cantidad de anécdotas y de detalles, de imágenes simpáticas y de momentos que han calado en el corazón de cristianos y no cristianos (como por ejemplo el encuentro de las religiones en Asís). Son muchos los documentos y textos de su pontificado que tendrán que ser todavía digeridos y puestos en práctica en este nuevo milenio al que él llevó a la Iglesia. El milenio de la nueva evangelización. 

De Juan Pablo II me quedo con dos de sus principales preocupaciones: la familia y las vocaciones al sacerdocio. Juan Pablo II pasará a la historia como el Papa de las familias. Dos documentos fundamentales: las catequesis sobre el hombre y la mujer desarrolladas en las audiencias de los miércoles, verdadera antropología fundamental y teología del cuerpo, y la «Familiaris Consortio». En ellos se resumen su pensamiento sobre la familia como motor de la sociedad y como motor también de la Iglesia. 

Decía que el segundo aspecto es su preocupación por las vocaciones. Un documento precioso «Pastores dabo vobis» recogía su preocupación por la formación de los sacerdotes, pero sobre todo era su incansable llamada a estar abiertos a la acción, a la llamada de Dios en la propia vida. De una manera especial en las diferentes Jornadas Mundiales de la Juventud y en los muchos encuentros con jóvenes. Todavía resuenan en muchos de esos jóvenes palabras similares a las que pronunció en Cuatro Vientos (Madrid): «Si oyes en tu interior la voz del Señor que te llama ¡No la callles!» Muchos de esos jóvenes no acallaron la voz del Señor y  respondieron: muchos son hoy sacerdotes.

En Roma, durante la beatificación, habrá en la plaza muchas familias y muchos sacerdotes, venidos a estar con el Papa Juan Pablo II, su Papa. Y en todo el mundo habrás muchos más que no podrán venir, pero que quieren vivir en plenitud el legado que nos deja el Beato Juan Pablo II, el Grande: la herencia de la preocupación por las familias y por las vocaciones. 

Más de un siglo del Pontificio Colegio Español de Roma

CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 29 de enero de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito en «L’Osservatore Romano» Marta Lago con el título «Planta robusta con flores rojo sangre – Más de un siglo del Pontificio Colegio Español de Roma».


Postración. Es la situación en la que había caído el clero secular de España a lo largo del siglo XIX. La complejidad político-religiosa del país y la anemia intelectual del presbiterado llevaron a que los sacerdotes fueran poco estimados, tanto por su pobreza en formación académica como en valores humanos. Es mucho lo que deben a otros hijos de esta tierra y herederos de su patrimonio espiritual; a su enérgica reacción, que no sólo puso freno al abatimiento sacerdotal, sino que trazó una auténtica reforma de los seminarios españoles. Con realismo y sentido práctico. Como el que impulsó al beato Manuel Domingo y Sol, cuya razón existencial fue «dar a la Iglesia muchos y santos sacerdotes» -como él mismo escribía- y cultos, que se transformaran a su vez en profesores cualificados, que vivieran un elevado nivel espiritual y, sobre todo, que promovieran «los intereses de Jesús». Mosén Sol estaba convencido de que la renovación de la Iglesia en España y de la propia nación vendría por la renovación del clero. Una ebullición de inquietudes que concretó en el nacimiento de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos del Corazón de Jesús y en la fundación del Pontificio Colegio Español de San José, de Roma.

Hace 118 años que esta casa y escuela de amistad y fraternidad sacerdotal abrió sus puertas. Por ellas han pasado unos 3.500 sacerdotes diocesanos -105 mártires-, 123 obispos y numerosísimos presbíteros que han servido, y siguen haciéndolo, a la Iglesia desde su labor docente, sus altas responsabilidades y sus deberes pastorales. Todos tienen una deuda de gratitud. Que se traduce en el libro-homenaje a Mosén Sol -fruto maduro del centenario de su muerte- y al Año sacerdotal convocado por Benedicto XVI. «Pontificio Colegio Español de San José de Roma. Aproximación a su historia» (Ediciones Sígueme, Salamanca 2010) se presentò el 28 de enero en el propio Colegio Español, en la sede de Via di Torre Rossa, pórtico de la fiesta, al día siguiente, del beato Manuel Domingo y Sol. Sus autores son testigos de excepción: monseñor Vicente Cárcel Ortí -historiador, veterano alumno y residente del Colegio- ha redactado la primera parte de la historia de la institución en el Palazzo Altemps, añadiendo la cronología y los apéndices, valiosa fuente documental; la segunda parte es obra de quien fue rector del Colegio, don Lope Rubio Parrado, quien aporta una crónica de los últimos cincuenta años -ya desde la sede junto a Villa Carpegna- y un epílogo-reflexión sobre la casa y la renovación del clero español.

Cuatrocientas páginas sin atisbo de triunfalismo. Apegadas al rigor histórico. Enriquecidas con la presentación del actual rector, don Mariano Herrera Fraile, y de un prólogo colectivo de los tres arzobispos patronos del Colegio Español: el cardenal Antonio María Rouco Varela -de Madrid, presidente de la Conferencia Episcopal Española-, monseñor Braulio Rodríguez Plaza -de Toledo, primado de España- y monseñor Juan José Asenjo Pelegrina -arzobispo de Sevilla-. Hojas vigorosas y dinámicas, como fue la intuición de Mosén Sol. No sin razón se califica al Colegio Español como una de las instituciones eclesiales que, en la historia de los siglos XIX al XXI, más ha contribuido a la formación de gran número de sacerdotes de todas las diócesis de España y de otras naciones. Más aún: los colegiales conseguían su especialización académica y otro «doble título»: el de Roma y el de la vida de la Iglesia junto al Sucesor de Pedro. De la fidelidad aprendida en el Colegio son ejemplo los más de cien mártires de la persecución religiosa en España en el siglo XX, varios ya beatificados.

Con el Colegio Español comenzó una verdadera renovación de la Iglesia en España que además se preparaba con solidez al azote de los años treinta, hasta el derramamiento de sangre. Un siglo de historia que muestra cómo emergió, de esta institución, un clero culto y orante; capaz de discernir los cambios sociales y científicos de cada momento; evangelizador; unido a la voz del Papa y a su deseo de unidad eclesial. La fraternidad sacerdotal configura el DNA del Colegio. Su vinculación con el arzobispado de Sevilla responde a la profunda amistad de Mosén Sol con el también beato y cardenal sevillano Marcelo Spínola y Maestre. Lazos igualmente fuertes unieron al sacerdote con el cardenal Ciriaco María Sancha y Hervás, primado toledano beatificado en 2009.
Era compartido el apremio de renovación de los seminarios, tarea que contó con el empuje de los Operarios, hijos espirituales de Mosén Sol. Una ingente labor cuyo referente fue el Colegio Español, destinado a consolidar y dar continuidad a esta empresa.


La publicación de esta aproximación histórica ilumina, con reconocimiento, personalidades de la talla del cardenal Rafael Merry del Val, quien allanó en Roma los caminos de la fundación del Colegio Español convirtiéndose en su primer director espiritual. Al Papa León XIII se le recuerda como «el mejor propagandista del Colegio». El título de «pontificio» lo concedió san Pío X, enormemente solícito con los colegiales españoles. Otro gran protector fue monseñor Giacomo della Chiesa, futuro Benedicto XV. Y aunque Pío XI delegó la relación con el Colegio, no le faltaban palabras emocionadas sobre el fundador, el sacerdocio y la entonces tan atribulada España. Pío XII tuvo frecuentes contactos con los alumnos del Colegio, pontificio y español, «cuajado precisamente -decía- al calor de dos grandes corazones» -el de un Pontífice, León XIII, y el de un español, Mosén Sol-, que «plantaron la semilla» ya convertida «en planta robusta cuyas flores, iluminadas con resplandores de martirio, esparcen su benéfico aroma por toda España». Juan XXIII y Pablo VI visitaron el Colegio en Altemps. El Papa Montini inauguró la nueva sede de Torre Rossa. Allí estuvo en dos ocasiones Juan Pablo II, definiendo el Colegio como «Cenáculo sacerdotal».

En 1987 beatificó, en la misma ceremonia, a Mosén Sol y al cardenal Spínola. Más de un siglo de historia, tan fatigosa como apasionante, que se sintetiza en este nuevo volumen. Memoria y conciencia de una institución viva que, en palabras de Jesús Rico -director general de los Operarios-, será «motor de nuevos logros que enriquezcan aún más el patrimonio espiritual, científico y pastoral» de la Iglesia en España. Y ello desde «un pasado agradecido, un presente realista y un futuro comprometido».

 

¿Esto es la España «laica»?

No lo puedo evitar. Tengo que contarlo porque si no lo hago reviento. Acabo de regresar de una mañana de turismo por la ciudad de Roma acompañando a algunos familiares. Después de visitar toda la mañana los museos vaticanos y comer en una típica trattoria romana nos hemos acercado hasta plaza de la República para ver, en la iglesia de los carmelitas, el famoso «Éxtasis de Santa Teresa» de Bernini. Cuando hemos llegado faltaban cinco minutos para las 18:00 h. En la iglesia había poca gente, solo dos grupos de jóvenes universitarios españoles. Cinco chicos, de los esos que visten polos con cocodrilo en la solapa y señor montado a caballo,  atendían las explicaciones de otro más mayor. El otro grupo, de estos de «pantalón caído porque llevo calzoncillos Calvin Klein», estaba repartido por los distintos bancos de la iglesia, aletargados  y con el cansancio del turista que va arrastrándose de un lugar a otro; solo cuatro o cinco de ellos miraban uno de los retablos. En ese momento ha aparecido uno de los hermanos carmelitas y en un inglés chapurreado ha dicho «Close, close». Indicándonos al personal que allí estábamos que había que cerrar. Luego en italiano ha explicado que la iglesia se cerraba a esa hora porque en ese momento terminaban las visitas turísticas para que la comunidad carmelita pudiese rezar.

Con un cierto disgusto nos hemos salido todos de la iglesia. En ese momento dos chicas se han acercado al grupo «pijo» y le han preguntado al más mayor qué pasaba. No sé que explicaciones les habrá dado, pero las chicas han salido diciendo al resto de su grupo  lo siguiente: -» Que ha dicho el cura que esto es una iglesia y no un lugar turístico y que nos vayamos».

Les puedo asegurar, llevo dos años estudiando en Roma, que el fraile carmelita (que no un cura) no había dicho eso. Me ha sorprendido la contestación de uno de los chavales: – «Si es que esto no lo tenían que tener ellos – se entiende la Iglesia – sino que tenía que ser Patrimonio de la Humanidad».

No me ha dado tiempo a hablar con ellos ni a explicarles lo que había dicho el carmelia. Pero tengo que decir que sinceramente me ha dolido. Me ha dolido que universitarios españoles no entiendan que a las 18:00 h. en Roma es como a las 20:00 horas en España y que por tanto los lugares públicos cierran. Me ha sorprendido que no distingan un cura de un fraile carmelita (teniendo en cuenta que estaban en una iglesia de los carmelitas y que iban a ver una obra cuya principal protagonista es una carmelita española) pero sobre todo me ha llamado la atención esa intolerancia religiosa y ese deseo de expropiación.

No se han enterado que en realidad estaban en una casa ajena, donde le dejan entrar a ver una estatua y que en un momento determinado tienen que cerrar. Seguramente si estuviesen en Egipto, o en el Nepal no se hubiesen extrañado de que les obligasen a descalzarse, o a permanecer en la posición del loto mientras los monjes rezaban mantras, si querían ver uno u otro templo.

Lo gracioso es lo de «Patrimonio de la Humanidad». Es decir. Una familia ha estado guardando una obra de arte que mandó hacer hace trescientos años. La enseña sin problemas a todo aquel que quiera verla. Uno solo tiene que ir a su casa y verla, eso sí en un horario determinado para no molestar mucho. Pues nada este universitario español considera que lo mejor es quitárselo a esa familia y convertirlo en Patrimonio de la Humanidad, es decir, que pase a poder de algún estado para que se pueda ver en un horario determinado previo pago de una suma de dinero. ¿Cuánto cuesta ver el Moisés de Miguel Ángel en San Pietro in Vincoli? Nada, porque está en una Iglesia ¿Cuánto cuesta ver la Piedad de Miguel Ángel? Nada, porque está en San Pedro. ¿Cuanto cuesta ver el David de Miguel Ángel en Florencia? La última vez que estuve fueron doce euros porque no está en una iglesia sino en la Academia (y les aseguro que también cierran a las 18:00 h.).

Como dicen los italianos, esta historia me ha «colpito», me ha afectado. Me duele que universitarios españoles no sepan valorar la acción de la Iglesia en la protección y la promoción del arte. Me duele que una universitaria española no sepa distinguir un cura de un fraile carmelita, porque eso significa que no sabe nada de Santa Teresa, ni de la literatura española del siglo de oro (ej. San Juan de la Cruz) ni sabrá entender en profundidad el éxtasis, como experiencia religiosa, ni comprender la iconografía cristiana, ni gran parte de la literatura española y europea. Me duele que en el fondo esta juventud respire un anticlericalismo que no han vivido porque no han recibido nada malo de una Iglesia que la mayoría no conoce.

La ignorancia es el primer paso al fundamentalismo. Es la ignorancia la que hizo que hubiese gente que quemase iglesias  y retablos en plena mitad del siglo XX, es la ignorancia la que hace salten por los aires las estatuas de los Budas gigantes en Afganistán. Si la España laica, la de la ESO y educación por la ciudadanía, es la España inculta e ignorante, que no sabe apreciar el arte y la custodia que de ese arte durante siglos ha hecho la Iglesia, que no sabe comprender que una iglesia, además de contener obras de arte, es también un lugar de oración y celebración de los cristianos… entonces la España laica es una España inculta. Y eso me duele y más… viniendo de universitarios.

Primo fine settimana a Roma

Este primer fin de semana en Roma ha sido muy movido. Junto con tres compañeros hemos visitado tres de las cuatro basílicas romanas: San Pedro (sin palabras), San Juan de Letrán (que será como mi segunda casa aquí en Roma porque está al ladito de la universidad donde voy a estudiar) y San Pablo Extramuros. Junto a las basílicas dos apuntes: uno la subida al Giannicolo desde donde se divisa una vista impresionante de Roma mientras añochece y se ilumina toda la ciudad. La bajada del Giannicolo la hicimos hacia el Trastevere. Allí tras visitar la iglesia de Santa María in Trastevere pudimos disfrutar de una fabulosa pizza en el Cavecanem. Bueno, bonito y barato. Apuntadlo aquellos que queréis venir.

La noche del sábado la dedicamos a recorrer el centro de la ciudad desde San Juan de Letrán hasta el Pantheon. Allí, sentados frente al Pantheon con música de jazz en directo, actuaciones de mimos y cantantes de opera dejamos pasar el tiempo frente a este maravilloso monumento. Me acordé de ti, Nacho, y de que hay que arriesgar en la vida. Solo se vive arriesgando. Que cierto. Entre bocado y bocado de pizza al taglio y de cocacola dejamos pasar el tiempo hasta que nos pusimos a andar a la mejor heladería del mundo (eso dicen) Giolitti. Yo pedi un helado de frutas del bosque, amaretto y stracciatela. No pidáis mora. El sabor fuerte e intenso mata los otros sabores. 

Luego paseo hasta Piazza Navona para disfrutar del ambiente callejero de pintores, malabaristas, artistas varios que entretienen mientras los turistas invaden la piazza. 

Se me olvidaba: también Madonna estuvo este semana por aquí, en el Olímpico de Roma. Aunque yo no la he visto.

Ciao