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Cardenal Elio Sgreccia

Se supone que su título debería ser Eminencia, pero todos lo llaman Don Elio. El sábado 20 de noviembre el Papa Benedicto XVI le colocaba, junto a otros 23 nuevos cardenales, el birrete púrpura. Esta mañana, en la Eucaristía celebrada en la basílica de san Pedro, el Papa le entregaba el anillo que simboliza su pertenencia al Colegio de cardenales y su unión al primado de Pedro.

Más allá de la púrpura tenemos que mirar la vida de este hombre de Iglesia del que el mismo Benedicto XVI ha dicho que le ha concedido este título en reconocimiento a los servicios prestados a la Iglesia. A sus 82 años no son las pretensiones de poder la principal preocupación de este italiano nacido el 6 de junio de 1928 en Arcevia (Ancona, Italia).

Como el mismo recordaba esta mediodía en la comida, celebrada en compañía de parientes y amigos, la primera vez que sonaron las campanas de su pueblo en su honor fue el día de su ordenación sacerdotal, el 29 de junio de 1952. Debida a su sólida formación académica, licenciado en Teología y Filosofía y letras y Doctor por la Universidad de Bolonia, desde el principio su ministerio estuvo ligado a la actividad académica en el seminario dicocesano de Fano, donde ocupo los puestos de profesor, vicerrector y rector entre 1954-1972. También sirvió como vicario general de la misma diócesis los años de 1972 a 1973. En 1974 comienza a realizar el servicio de capellán de la Facultad de Medicina y cirugía del Sacro Cuore (Gemelli) en Roma. Allí estuvo diez años y le tocó, entre otros muchos acontecimientos, acompañar en el quirófano a Juan Pablo II tras el atentado del 13 de febrero de 1981. Nos contaba esta mañana que el contrato como capellán estaba establecido por diez años y que después tenía que regresar a su diócesis. Es el cardenal Re el que le pide que se quede en Roma para dedicarse a la bioética.

Profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad del Sacro Cuore desde 1984. En 1985 es nombrado director del Centro de Bioética del Sacro Cuore en Milán. En 1990 es nombrado miembro del Comité nacional de Bioética de Italia. En 1998 es nombrado director del centro de Cooperación Internacional de la Universidad del Sacro Cuore de Milán. Cargos que compatibiliza hasta 2l 2006. En 1992 ocupa el cargo de Secretario del Pontificio Consejo para la Familia, hasta 1996. En 1994 es nombrado Vicepresidente de la Pontificia Academia para la Vida, hasta 2005 que es nombrado presidente de dicha Academia dejando el cargo en 2008 por motivos de salud.

La segunda vez que sonaron las campanas de la iglesia de su pueblo fue el 6 de enero de 1993, cuando el Papa Juan Pablo II lo ordenó obispo. Estrecho colaborador del Papa polaco, Don Elio está detrás de grandes documentos de la Iglesia en materia de Bioética como son Donum Vitae y Dignitas Personae, pero sobre todo el gran documento donde se ve su trabajo es Evangelium Vitae. Fueron aquellos años intensos en el desarrollo, sobre todo del Centro de Bioética y de la Pontificia Academia para la Vida. Años de trabajo, de estudio, pero también de creación de asociaciones para la defensa de la vida, especialmente de los no nacidos. Todo este trabajo, recogido en infinidad de artículos y publicaciones, es el fundamento de la llamada bioética personalista que ha impregnado los manuales y la teología moral católica de los últimos veinte años.

Por encima de títulos y cargos destaca el hombre trabajador y estudioso. Con una memoria prodigiosa. Un hombre que dice lo que piensa, quizás por eso se haya retrasado tanto para él la púrpura. Un hombre convencido de la necesidad de fundamentar la bioética en el dato científico y en una antropología adecuada. Destaca sobre todo su humildad. Una humildad con la que supo aprender de los compañeros, científicos, teólogos y bioéticos que fue incorporando como amigos y colaboradores. Un hombre del trabajo en grupo.

Las campanas de su pueblo volvieron a sonar por tercera vez en su honor el día que el Vaticano anunció que su nombre estaba entre los nuevos 24 cardenales. Esta mañana nos bromeaba: «La próxima vez que suenen las campanas por mí, en mi pueblo, serán la última vez que suenen». Ha pedido que aquel día los que estemos allí lo hagamos con la misma alegría que hoy celebrábamos su cardenalato. Ha agradecido a Dios sus muchos años de vida y su confianza en la vida futura a la que todos estamos llamados y «Atentos«, ha advertido, «que alguno todavía puede llegar antes que yo a la casa del Padre«, ha dicho entre risas. Ojalá sea así.